La terapia como espacio de construcción viene tomando mucha importancia en los últimos años. A medida que transcurre el tiempo, su crecimiento se expresa de manera irrefutable, teniendo -a su vez- un mayor alcance a nivel social.
Dentro de la comunidad terapéutica se presentan numerosos debates sobre el mejor estilo de terapia para los consultantes, la defensa de una u otra corriente se basa en diferentes puntos de vista como la importancia de la evidencia científica o el rol del inconsciente en la vida psíquica. Si bien, como profesional uno elije el camino a seguir en su desarrollo y con el cual intentará brindar ayuda a los distintos consultantes, pienso que la elección del tipo de terapia a utilizar debe ser más del propio consultante que del profesional.
Detengámonos por unos minutos a pensar en las principales herramientas que una terapia puede ofrecer a las personas. En realidad, si pensamos en esto, pensamos en las herramientas que las personas pueden ofrecer a la terapia. Es clave la posición que adopte el consultante en el espacio terapéutico, es decir las herramientas que terapeuta y consultante logren desarrollar dependen en gran medida del segundo. Dicho esto, creemos que se trata de la construcción de un sistema consultante-terapeuta. Sistema que en su mera elaboración brindará nuevas herramientas que emergen del mismo.
En resumen, no se trata de cuál es la mejor terapia sino de cuál es más adecuada para esa persona en ese contexto de su vida. En nuestra terapia, priorizamos la construcción de nuevos espacios ofreciéndonos como copilotos en el camino por el cual el manejo del volante lo lleva a cabo el propio consultante.
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